jueves, 25 de noviembre de 2010

Miedo 02

… Soledad… Como si fuera un capricho o una broma del destino, así se llamaba. Eso le dije el día que la conocí.

- ¿Cómo te llamás?
- Soledad…. Así, y con un solo nombre… Soledad a secas, como la bisabuela de mi padre que abandonó a mi madre dos días después que me asentó en la alcaldía…
- … Pues... El nombre, me gusta… La soledad, la palabra, no… Digo, el sentimiento ese, pues…
- Ya somos dos. Pero hay de Soledades a Soledades y de soledades a soledades…

Y es que Soledad no tenía porque llamarse así… Era la menor de nueve hermanos y hermanas que compartían casa con su madre, su abuela y su bisabuela. Así, desde pequeña, ya fuera para un regaño o para pedirle un favor, su madre alternaba los tres o cuatro nombres de todas sus hijas antes de dar con el suyo…


- ¿Qué manda?, contestaba.
- ¡Qué vengas! ¿Qué no escuchás que te estoy gritando desde hace ratos?
- No… Si llamaste a mis hermanas primero…
- … ¡Qué vengas te digo!
- Voy…
- ¿Y cuántas veces te he dicho que no me contestés en ese tonito?
- No sé cuántas…
- ¡No me contestés te digo! ¡Vení, pues!
- Sí, ya voy.

Y ni que hablar de encontrar un espacio para estar solita en aquella casa que, aunque enorme, se hacía pequeña en la medida que uno a uno los miembros de aquella familia iban llegando a ella… Y cuando uno es el menor en una casa, pues el espacio siempre es el más pequeño.

Para ella, como si fuera otra mala broma, era ese pequeñito cuadrito que hacían nueve ladrillos rojos de 30 centímetros en el suelo. Quedaba en la esquina más lejana de la sala y ahí jugó a las muñecas, hizo tareas, vio televisión –siempre los programas que querían los demás, por eso de la jerarquía de años ejercida sobre el control remoto de ella- y escribió en su diario…


Así, entre confusiones de nombres, en una casa demasiado pequeña para semejante prole y escribiendo vidas de otros, Soledad no sabía de estar sola…

- ¿Y qué escribías?
- De todo…
- … ¿Todo?
- Cuando una es la menor y vive en una casa tan tradicional y con una familia tan tradicional, no se tiene mucho tiempo o permiso para hablar.
- No me lo imagino, yo hablo hasta por los codos… ¡Tengo que hacer un esfuerzo sobre humano para quedarme callado hasta cuando me lo ordenan, me lo piden de favor o suplican!... Bueno, ya viste… Disculpá, me decías…
- … Sí, ya ví… Te decía, escribía de todo…
- ¿Qué es todo?
- Lo que veía, lo que escuchaba en las conversaciones de mis hermanos y mis hermanas… Los cuentos de mi bisabuela, los cuentos de su pueblo, de su infancia… Los regaños de mi madre y su frustración por la historia de mi padre… Los consejos de mi abuela…
- … Ya entendí… Todo es todo… Disculpá, de nuevo lo hice, no puedo quedarme callado…
- … Y bueno… Tranquilo, no le tengo miedo a quedarme callada, ni al silencio... Te decía, escribía la vida de otros…
- Yo sí le tengo miedo al silencio… Me gusta, pero me jode…
- El silencio es bonito… En silencio podés ver mejor todo lo que pasa a tu alrededor… También, lo que hay dentro de ti. Me dijiste que no te gustaba la soledad, digo, la palabra… ese sentimiento… ¿Y la soledad, te da miedo?
- … Sí…
- … Ya somos dos…
- ¿Por qué?
- Porque si estuviera sola… ¿De qué escribo?
- Pero hay de soledades a soledades… ¿No escribirías de alguna de ellas?
- No… Nunca lo he estado, nunca lo he visto…. Nunca lo hecho… Creo que eso me daría más miedo…
- … ¿Qué?
- Eso.
- ¿Escribir de ti o escribir de la soledad de Soledad?...

… Soledad se quedó pensativa… Si hubiera contestado, tal vez habría tenido la oportunidad de decirle que me parecía un poco injusto que durante toda esta vida solo había escrito historias de otros, historias prestadas… Que podría haber escrito de ella, aunque eso no fuera necesariamente de ese su miedo a la soledad…

… Pero ella no me dijo más nada… Ella, al contrario que este servidor, no le tenía miedo al silencio… Así, en silencio, me dio un abrazo, me sonrió con los ojos y se marchó…

… Me quedé pensando en silencio que hay de Soledades a Soledades, y hay de soledades a soledades… Y a esa soledad, esa que me dibujó con la vista esta otra Soledad, esa que se disfraza con el silencio cuando uno está siempre acompañado… A esa, le tengo más miedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario