Extrañando

La vi de frente en la última estación del metro. El mismo color de ojos, el mismo pelo revuelto, la misma mirada a veces inocente, a veces picara… A veces, ella… Pero no, no era ella. Y es que cuando uno está lejos, empieza a ver a la gente que extraña en todo el mundo.

¿Raro, no? Sí, raro. Pero así es esto de extrañar a tu gente.

Así, cuando es la hora punta, imagino voces conocidas en el atestado vagón del metro de Santiago y siempre terminó maldiciendo que haya tanta gente a mi alrededor que no me permita girar libremente y encontrarme con aquella voz porque podría ser alguien conocido, alguien querido o aunque sea alguien a secas…

¿Raro, no? Sí, raro. Pero así es esto de extrañar a tu gente.

… Y camino por los callejones de los cerros pintados con murales de Valparaiso y me imagino que aquel de colores llamativos le gustaría a tal persona; que aquel otro, con figuras felinas, sería el favorito de sutana; que la pequeña con guitarra, de alguien más; y el niño con mirada de furia, de fulano… Y así con las mariposas de alas de colores, los duendes azules, los ratones de dientes afilados, el gato de Hitler, la niña de los globos en forma de corazón, los girasoles gigantescos pintados en cuellos de jirafas… Pero solo están ellos, sus colores y mi imaginación. Así es esto de extrañar.

Y es raro… Porque cuando el parecido físico no es suficiente, uno busca el “parecido” en el trato, en la mirada, en las palabras, en un gesto, en algo… en lo que sea… Pero no es igual.

Y más que raro es extraño. Es que, entre más viejo uno se hace más difícil es encontrarse a sí mismo entre tanta gente extraña. Creo que por eso, uno extraña más.

¿Raro? Sí, mucho más. Antes, con 10 años de menos quizás, hasta habría llegado frente a ella y le habría hablado…

- Hola, me recuerdas a alguien.

- …

- Tiene tu misma mirada…

- …

- Y el mismo color de tus ojos…

- …

- Se llamaba…

- … ¿Disculpe?...

- … Nada… Solo recordante, pero no eres tú… Cuídese.

... Pero eso habría sido hace 10 años atrás…